El modelismo se ha consolidado como un hobby para muchos coleccionistas que recrean barcos, automóviles y toda clase de vehículos. Sobre todo, desde que aparecieron esas maquetas que se construyen semana a semana, según las piezas que se dispongan en cada fascículo, gracias a las cuales se han creado tantos lazos de amistad entre aficionados y kiosqueros. Sin embargo, las representaciones a pequeña escala de vehículos no solo se tratan de un pasatiempo, sino que también cuentan con una utilidad profesional.

Por definición, el modelismo se trata de una actividad artesanal en la que se construyen prototipos cuya función será la de presentar un modelo para una producción industrial, a la vez que para conseguir un molde de cualquier pieza. Pero esta definición va más allá cuando nos referimos a la construcción de maquetas a pequeña escala, y se suele utilizar más este término cuando la obra va destinada a la representación de automóviles.

Al igual que las maquetas de viviendas y edificios, las miniaturas de medios de transporte sirven para mostrar un proyecto que aún no se ha realizado en su tamaño propio. Permitiría, por ejemplo, enseñar las ventajas que supondría la construcción de una infraestructura ferroviaria en una ciudad. Estudiar el impacto de un nuevo modelo para una marca de coches, o incluso hacer prototipos de naves espaciales y vehículos tan importantes como los coches de bomberos. Sobre todo, estos dos últimos, necesitan ser representados antes de construirse para poder prevenir errores en el modelo final, el de uso humano.

También en otros ámbitos, no solo en las fábricas, se utilizan este tipo de maquetas. En el campo militar, los soldados aprenden las acciones que se harán en el terreno de batalla de la forma más fiel a la realidad que se pueda en una representación a tamaño reducido. Asimismo, en el cine, es muy común el uso de estos prototipos; con trucos de cámara y planos cerrados se consigue ambientar una enorme ciudad que en realidad sólo mide dos metros cuadrados. Además de tener los mismos usos de las maquetas arquitectónicas: como material didáctico en escuelas y museos y una utilidad práctica en la medicina (ambulancias, salvamento…).

A diferencia de las maquetas arquitectónicas, esos modelos necesitan de una precisión aún mayor para conseguir una representación más realista. Las casas no producen sonidos, ni poseen unas luces características; es decir, el diseño arquitectónico se basa en la percepción y la creatividad de un arquitecto. En el caso de los vehículos, el montaje del motor, los engranajes que se usan, los sonidos y, en general, todos los aspectos mecánicos, vienen muy marcados por unos circuitos que están diseñados para que el movimiento y la interacción sean correctos. Y todo esto se debe reproducir de manera fiel con unas piezas que podrían formar parte de juguetes por su tamaño.

No obstante, aunque las maquetas de vehículos y las arquitectónicas sean bastante diferentes tanto en sus usos como en su composición y elaboración, pueden llegar a complementarse extraordinariamente. En planes de urbanismo resulta tan importante presentar un modelo a escala de la infraestructura que forman los edificios y las calles, como la que constituyen las carreteras y la circulación de los distintos medios de transporte. Por eso, en numerosas ocasiones, se hace necesaria la combinación de las dos formas de modelismo.

Sin duda, conseguir representar un proyecto tan realista, con todos y cada uno de los aspectos que se pueden dar en la vida real, es sinónimo de éxito en cualquier tipo de exposición.

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