“El secreto es hacer lo que a uno le gusta”, contestó convencido Ricardo Leiton cuando una vez le preguntaron por la razón por la que, a pesar de sus 70 años, lograra hacer obras de arte tan dignas como para incluirse en el libro Guinness. De hecho, los responsables del libro ya se pusieron en contacto con él para solicitar información y hacer un estudio sobre la posibilidad de incluir una de sus maquetas en el tomo. Sin embargo, la respuesta aún no ha llegado.
Casi todo el mundo ha hecho maquetas de cualquier cosa a lo largo de su vida. En las clases de tecnología del colegio no faltaban las manualidades con circuitos eléctricos que acababan en una bombilla. El más manitas de la clase siempre construía una casa iluminada o un coche. Pero eso no es más que un juego de niños comparado con la artesanía de este maquetista. Sus obras bien podrían incluirse en el catálogo de un taller de maquetas profesional.
La minuciosidad y el nivel de detalle con la que trabaja este costarricense son la clave de su éxito. Ricardo ha dedicado su vida al arte. Antes de empezar a construir maquetas, se dedicaba a pintar y fabricar faroles, aunque nunca sobresalió en esas disciplinas. Empezó a destacar realmente cuando decidió crear maquetas arquitectónicos de edificios muy conocidos en Costa Rica. Concretamente, representa en miniatura las iglesias más importante de su país.
La maqueta que le dio la fama a este maquetista
Ricardo Leiton lleva construidas más de 25 maquetas. Pero la que le dio la fama fue la representación de la Iglesia de San Isidro de Coronado. Durante dos años la exhibió en el Festival Internacional de las Artes y profesionales de la facultad de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica valoró la maqueta en 14 millones de colones (unos 21.800€).
La miniatura de la catedral mide nada más y nada menos que 3,20 metros de largo, 1,5 de ancho y 3,20 de alto. El nivel de detalle tanto por dentro como por fuera es impresionante. En su interior se puede observar cómo se oficia una misa y, además, tiene su propio sistema de iluminación y desagüe.
Todas estas obras salen de la pequeña cochera de su casa, donde tiene ubicado su taller de maquetista. En su santuario se encuentra de todo: desde botellas de plástico, cartulinas, telas, trozos de hierro, de cables, tornillos, tierra, cristal, aluminio y madera. Todo o casi todo son elementos de desecho o sobrantes que le van dando. Esos son los materiales que utiliza para construir sus maquetas.
La muerte de su hija fue lo que sacó su nueva faceta artística. Fue la manera en la que superó la tristeza de su pérdida. Consiguió unir todo lo que le importaba en la vida: la pintura, la arquitectura, la fabricación de faroles, su religiosidad y su amor por la naturaleza.
Mientras espera la respuesta de la organización de los Récords Guinness, este artista no pierde su ilusión. Ya está preparando su siguiente obra maestra: una maqueta de la basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, en Cartago. Según dice Ricardo Leiton, la anterior maqueta “no le va a llegar ni a los talones”.